Habermas y el sal pa’ fuera democrático en Puerto Rico

No son pocas las instancias en donde uno se pregunta que es lo que anda mal con Puerto Rico. En muchas de las ocasiones la pregunta es retórica, pero con la creciente dificultad que conlleva vivir en la Isla no hay de otra que atacar la pregunta, aunque sea por partes y aunque no sepamos con certeza la respuesta.

Para resolver un problema lo primero que hay que hacer es identificar cual es el problema. No hay peor cosa que tratar de resolver algo para luego darte cuenta de que has perdido tu tiempo (y en casos dinero) porque lo que arreglaste no era lo que estaba dañado.

En Puerto Rico ya hace un tiempo que se ha venido intensificando el debate sobre cuál es el problema con Puerto Rico. ¿Por qué la economía esta atrás y no avanza? ¿por qué la luz es tan cara y se va a cada rato? ¿por qué casi nada se produce y la mayoría de los productos se importan? ¿por qué parece haber un estancamiento político en donde por más diferentes que sean los rostros, nombres (y supuestamente los ideales) de nuestros representantes parece ser que al final hacen lo mismo que el anterior? ¿por qué muchas veces parece que somos espectadores de un cuarto cerrado en donde se crean y ejecutan las leyes.?

A estas y muchas más interrogantes, diferentes personas y grupos reclaman tener la contestación. Se apuntan a muchas respuestas, pero me atrevo a dividir los grupos en dos grandes bandos. Están los que creen que el problema se reduce a uno de estatus territorial, y están los que creen que el problema es uno de administración.

Hubo un tiempo en el cual pensaba en términos de estas dos líneas. Sin embargo, recientemente me he hecho de la idea de que ambas posturas son correctas, y que dirigir la atención hacia una de las respuestas no subsana la desatención de la otra. A lo que me refiero es al problema democrático que hay en Puerto Rico, y este problema se ve reflejado tanto en el problema territorial como en el administrativo. Y aquí es donde entra Habermas al sal pa’ fuera democrático en Puerto Rico.

Acción comunicativa versus acciones estratégicas

Hablar de JÜRGEN Habermas en relación con democracia es interesante en más de un aspecto. Habermas nació en el 1929, su padre era simpatizante del partido NAZI, y el propio Habermas perteneció a una sección de la juventud hitleriana. Los conflictos que surgieron en su interior luego de la caída del proyecto de socialismo nacional, esbozado por el partido NAZI, y el subsiguiente juicio de Nuremberg, fueron los que, en cierta medida, dieron paso a la teoría de democracia y la teoría de comunicación esbozadas por Habermas.

Verán, Habermas cree que la sociedad puede entrar en comunicación y en el ejercicio de esa comunicación llegar a un entendimiento, lo que llama acción comunicativa. Acción comunicativa quiere decir que para llevar a cabo un curso de acción las personas que entran en comunicación están de acuerdo con los objetivos establecidos porque entienden que estos son razonables. Para que la comunicación pueda ser razonable Habermas apunta a los reclamos de validez inmersos en los discursos. Para llegar a un entendimiento lo propuesto por un declarante tiene que ser aceptado, y esa aceptación, según Habermas, va a surgir a medida que también el declarante atiende tres reclamos de validez, sobre los cuales depende la aceptabilidad de la declaración: la sinceridad, lo apropiado y lo verdadero de la declaración.

Sinceridad se entiende como la relación entre el declarante y su declaración, específicamente cuán valida o aceptable es la declaración si tomamos en cuenta quien declara. Vamos a tomar en consideración la siguiente declaración: “Todo ser humano, independientemente de su género, etnicidad, color, estatus social, etc., debe ser tratado con dignidad”. No es lo mismo que la declaración anterior la diga un conocido racista a que te la diga Martin Luther King Jr. Independientemente de la postura que tuviese Martin Luther King Jr. y el conocido racista en referencia a las otras clases de discriminación. La declaración proveniente de Luther King Jr. será más aceptada porque parece ser más sincera.

Algo es apropiado, en el sentido en el cual lo utiliza Habermas y en el sentido general de la palabra, cuando algo es moralmente correcto. Lo que es apropiado en Habermas se puede ver mejor en su teoría de la moralidad. Sin entrar mucho en esta teoría denominada “discourse ethics”, una norma o acción es moral cuando se atiende al principio de universalización: “Una norma es válida cuando las consecuencias previsibles y los efectos secundarios de su observancia general, para los intereses y orientaciones de valores de cada individuo, puede ser aceptados conjuntamente por todos los interesados sin coacción”.[1] Hoy en día es difícil que el argumento de que las personas pueden ser propiedad (sujeto a todos los derechos y limitaciones que ello conlleva) tome vuelo, cuando universalmente se ha aceptado que el ser humano no es propiedad.  

Por último, al referirse a que algo es verdadero es que lo declarado debe tener alguna correspondencia con el mundo objetivo. Es muy difícil de que un orador convenza a un público de que hay que eliminar la policía de la ciudad sin dar una alternativa, cuando la criminalidad es una realidad.

Todos estos reclamos de validez se diferencian de las acciones estratégicas. En las acciones estratégicas las personas no se comunican con el fin de llegar a un entendimiento, sino que lo hacen con el fin de satisfacer sus objetivos individuales. Un ejemplo son los preacuerdos en derecho penal. En una negociación entre el fiscal y el acusado, el emisor de la expresión (digamos el fiscal, pero puede ser el abogado de defensa) no necesariamente trata de persuadir al acusado de porque su conducta debe constituir un delito y porque esa conducta debe conllevar la pena establecida. Por ejemplo, el fiscal no tiene que convencer al acusado de que el robo, en las circunstancias especiales del caso (ejemplo, robar para comer) sea razonable o que la pena correcta es 8 años por robo y el acusado determinar tal objetivo del derecho penal como uno razonable y aceptar el acuerdo.

En las negociaciones por lo general lo que ocurre es que el fiscal tiene su propio objetivo o interés (lograr una convicción) y el acusado tiene su propio objetivo o interés (reducir el número de cargo y/o la pena). Las dos partes se comunican teniendo presente estos intereses individuales y acuerdan el curso de acción, no en la razonabilidad de las justificaciones del castigo (disuadir, incapacitar, rehabilitar al acusado, etc.), sino en base a sus intereses individuales. Con este ejemplo no se quiere decir que la acción comunicativa está cerrada para las negociaciones entre fiscales y acusados para preacuerdos. Pero ciertamente es difícil que se pueda dar la acción comunicativa, máxime cuando las reglas de juego ya están establecidas, las penas, y la definición de los actos delictivos. Entonces, las negociaciones entre fiscalía y el acusado en aras de llegar a un preacuerdo se parecen más a una transacción económica, yo te ofrezco 2 años en lugar de 8 y a cambio te declaras culpable. En relación con esta dificultad Habermas nos indica que “cuando un ponente persigue objetivos ilocucionarios [(no sujeto a refutarse)] en los cuales el oyente no puede tomar una posición fundada […] el potencial para la fuerza vinculante de buenas razones […] permanece sin explotar”.[2]

Sistema versus Lifeworld

No siempre hay tiempo ni interés para entrar en acción comunicativa. Y por tal razón, cuando uno requiere un servicio o beneficio del estado, uno no tiene que convencer al funcionario de que su declaración es sincera, es apropiada o correcta y de que es verdadera. Uno simplemente cualifica o no para ese servicio o beneficio. Digamos que un multimillonario le exige al gobierno que se le aplique las exenciones de la Ley 20 y 22. Si se tuviera que entrar en acción comunicativa para que se pueda determinar que el solicitante aplica, podría haber instancias (o en todos los casos) en donde no se de tal beneficio, porque la persona no es totalmente sincera sobre la aportación económica que estaría haciendo a Puerto Rico, o no es apropiado el que se dé tal exención, o porque dar dichas exenciones no concuerda con la realidad de que tal exención no redunda en beneficio para el estado y sus representados.

Este último ejemplo, y el ejemplo de las negociaciones de los preacuerdos entre fiscal y acusado, son instancias de “sistemas”, en donde se relajan las exigencias de cumplir con todos los reclamos de validez. En este mundo no es necesario persuadir o hablar, no es el medio principal para llevar a cabo transacciones, esta caracterización pertenece al dinero y al poder. El fiscal tiene la amenaza de las sanciones para convencer al acusado de que un preacuerdo está en su mejor interés. La selección de los recipientes de las exenciones de la Ley 20 y 22 están avalados por el poder que le confiere el estado y la ley a la burocracia que la pone en práctica.

En contraste con el “sistema” está el “lifeworld”. El “lifeworld” es la esfera de nuestras vidas que engloba las normas que estructuran la manera en que nos comportamos día a día. Estas normas son dadas por nuestra cultura, educación, religión, tradiciones y demás. El medio que impera en el “lifeworld” es la acción comunicativa. Cuando se quiere reparar un quebrantamiento de la norma (como quien se disculpa al desobedecer las reglas) o cuando se quieren alterar (como quien participa de desobediencia civil), se hace uso de la acción comunicativa con aras de llegar a un entendimiento mediante la manifestación de los tres reclamos de validez.

El “lifeworld” y el “sistema” están relacionados entre sí, pues a pesar de que en el “sistema” se relajan las exigencias de los tres reclamos de validez, la definición y límites de los “sistemas” están determinados por las normas que son parte del “lifeworld”. De esta manera por más libre que sea el mercado, si hay unos entendidos de como comportarse dentro de este, lo que encuentra expresión en la protección de información secreta, prohibiciones contra la competencia desleal. El fiscal no tiene que entrar en la razonabilidad de la intervención penal durante las negociaciones de los preacuerdos, pero tampoco puede coaccionar al acusado para que este último acepte el acuerdo. De esta manera si bien los sistemas no requieren la utilización de acción comunicativa, la forma que van a tomar esos mercados está dada por el “lifeworld” y los entendidos y normas que se establecen a través de la acción comunicativa. Por lo tanto, a través de la acción comunicativa podemos revisar las normas que determinan las formas que tomaran nuestros “sistemas” paradigmáticamente la burocracia y el mercado.

La colonización del lifeworld y la Colonia

Ahora bien, llega el punto que quiero enfatizar, que relaciona la teoría de habermas con la situación actual de Puerto Rico. Las acciones estratégicas que tienen lugar en los “sistemas” se tienen que balancear con la acción comunicativa, con la discusión orientada al entendimiento. De lo contrario los “sistemas” se perpetuarán así mismo, llegado el punto en que destruirán el “lifeworld”, colonizándolo. Esto quiere decir que las personas aceptaran como dados los “sistemas” y no tendrán las herramientas provistas por la acción comunicativa para cambiarlos. Lo que, según Habermas –y aquí entramos al presagio– resultara en una serie de patologías sociales, anomia, alienación, falta de vínculos sociales, incapacidad para asumir responsabilidad, e inestabilidad social.

No es extraño decir que nuestras instituciones ya están experimentando algunas, sino todas estas patologías. Es aquí donde cuestiono el aspecto democrático de nuestro país. En ocasiones hemos escuchados que no es suficiente una democracia representativa en donde elijamos a las personas que tomarán las decisiones de política pública que impactarán directa o indirectamente todas las facetas de nuestra vida. Esto parece ser aún más cierto si es que le hacemos caso a la teoría de acción comunicativa de Habermas. La democracia no puede comenzar y culminar cada cuatro años.

Se puede observar un ejemplo de esto en la controversia que ha surgido a raíz de las contrataciones gubernamentales. Las personas que piensen que un proceso democrático se satisface cada cuatro años con la elección de nuestros representantes, no tendrá reparos en que el representante elija como disponer del presupuesto gubernamental. Esto aplica para toda faceta gubernamental y no solo contratación. Tomando el punto de vista de estas primeras personas nos dirán, pues es que esa es la esencia de la democracia representativa. Otro grupo de personas podría argumentar que, si bien es cierto que nuestro sistema es uno de democracia representativa, dicho sistema no excluye que la ciudadanía ejerza influencia en las decisiones de los funcionarios electos. Y para ser honestos, esto ocurre con mucha frecuencia. El ejemplo más grande siendo la función de los cabilderos.

Las personas que hacen uso de los cabilderos entienden que no es suficiente la elección de representantes cada cuatro año. Que las políticas y decisiones (hasta las que se refieren al personal) deben continuar siendo puntos de debate entre los ciudadanos y los funcionarios electos. Ahora bien, algunas personas podrán decir: “pero es que nadie me va a escuchar, y si me escuchan no me harán caso”. Esto es completamente cierto, y si hacemos referencia a la teoría de Habermas podemos encontrar que a esto se refiere cuando habla sobre la colonización del “lifeworld”, en donde predomina los sistemas en los cuales el medio para generar acciones son el dinero y el poder.

En espacios donde lo que rige son las acciones estratégicas, cada cual actúa en beneficio de sus respectivos objetivos individuales, y no porque haya un acuerdo sobre lo que es correcto. En este mundo en oposición al “lifeworld” se deja de lado la acción comunicativa, el pronunciamiento de reclamos de validez, que contengan: (1) la sinceridad del orador respecto de su discurso; (2) lo apropiado que pueda ser ese discurso tomando en cuenta el contexto en el cual se dice; y (3) lo verdadero que puede ser confrontado al mundo objetivo, en específico la observancia de las consecuencias de las acciones que el discurso entraña. 

En este caso la decisión de un legislador de contratar o no a una persona, es una perteneciente al “sistema” en donde el medio por el cual se toma una acción está representado por el poder, y se relajan las exigencias de exponer reclamos de validez para determinar que cierta persona es el candidato idóneo para cierta posición. Ahora bien, como nos indica Habermas ahí no culmina la democracia, sino que debe estar inmersa, y esta como una manifestación del “lifeworld”, en donde haya espacio para la discusión, en el cual se puedan levantar reclamos de validez sobre la sinceridad, lo apropiado y lo verdadero de una declaración que pretende establecer un curso de acción. Este proceso de acción comunicativa es lo que define como se seleccionará a una persona para contratación o como se tomará cualquier decisión en general. De forma que si bien la decisión que tome el legislador ­–en lo que asuntos burocráticos respecta– sea una que este dentro del “sistema” en donde el poder del legislador es el medio para ejecutar decisiones, esa decisión y ese poder estarán limitados por lo que se haya definido como lo que es apropiado en el momento y lo que tiene mayor correspondencia con la realidad.

Si se diera el caso de que solo existiera el “sistema” sin el elemento del “lifeworld” y la acción comunicativa que sirva de límites a ese poder, entonces estaremos en una sociedad donde no hay espacio para la crítica a los reclamos de validez de nuestros gobernantes, y peor aún, estos no tendrían la necesidad de hacer reclamos de validez en primer lugar, pues según la lógica de los “sistemas” se relajan estas exigencias para dar paso a unos medios más simples como el dinero y el poder. Esto daría paso a un gobierno que se comporta como un mercado en el cual el postor con la mayor capacidad económica es el que recibe los mayores beneficios.

Problema democrático en Puerto Rico

Tomando como modelo la teoría de acción comunicativa de Habermas, en Puerto Rico ya se están viendo los signos de una democracia que, si bien vota por sus representantes, no tiene conexión con el espacio público, en el cual se pueda dar paso a la proposición de reclamos de validez y a la crítica y refutación de estos. Interesantemente, aunque no votamos por representantes ni el presidente en los Estados Unidos, esto no quita que se pueda llevar a cabo la acción comunicativa. Pero al igual que pasa en Puerto Rico, me temo que la política está hoy muy dominada por las acciones estratégicas, y que en medidas mucho más de lo esperadas se toman cursos de acción sin atendiendo a la razón como lo sería en teoría bajo la acción comunicativa y en su lugar atendiendo al poder y el dinero. Solo piénsese en las continuas irregularidades del mercado y nos podremos dar cuenta cuan racional es.

Hasta que no se provea un espacio para la aportación crítica e informada de la ciudadanía, con efectos reales, con miras a llegar a consensos, temo que seguiremos teniendo problemas democráticos.


[1] Jürgen Habermas, Inclusion of the Other: Studies in Political Theory 42 (Ciaran Cronin & Pablo De Greiff eds., 1998).

[2] 1 Jürgen Habermas, the theory of communicative action: Reason and the rationalization of society 305 (1984).


Deja un comentario