Al igual que las víctimas de delitos de odio y los menores de edad, las trabajadoras sexuales (y en un número reducido los trabajadores sexuales) son un grupo de riesgo, que presenta niveles similares de riesgo y vulnerabilidad ante la victimización. Respecto a la integración de personas al ejercicio de estas actividades, existe debate entre el nivel de agencia de las personas que participan en ellas. Las implicaciones de este debate son de suma importancia en cuanto tiende a definir las leyes y programas dirigidos al manejo (o erradicación) de la prostitución. Y es que el debate sobre la prostitución se ha divido en dos líneas ideológicas, el abolicionismo y la regulación, cada una con respuestas distintas a la prostitución según esta se concibe.[1] De esta manera los países se han divido en normativas que buscan erradicar la prostitución,[2] y en países que buscan regularla, buscando el reconocimiento de los derechos de las personas que se encuentran en este grupo.[3] El problema con esto es que, como comenta Pereda Beltran, esta dicotomía al final lo que hace es dificultar la comprensión del fenómeno de la prostitución, los efectos de la victimización y las causas que llevan a las personas a formar parte de estos colectivos.[4]
Dentro de esta dicotomía se encuentra el “mito de la prostituta feliz”. Lo que hay detrás de este mito es el grado de voluntariedad que ejerce la mujer o el hombre que se dedica a la prostitución. A lo que Matthews se refiere como las nociones de coerción y consentimiento.[5] Este mito presenta a la trabajadora sexual como una persona que forma parte de una profesión, cuyo desenvolvimiento en dichas actividades es productos de su libre elección y por tanto consentido. También vienen a la mente las imágenes de la película Pretty Women,[6] las cuales pintan un imaginario que en la gran mayoría de los casos no corresponde a la realidad.[7] En muchos casos estas concepciones han encontrado cierto apoyo en las miradas liberales que conciben la prostitución como una profesión y a la prostituta como una persona que consiente, y por lo tanto la prostitución pasa a ser parte del mercado laboral. Esta idea se ha puesto en práctica a través de legislación que busca regular la prostitución, como es el caso de los Países Bajos y Alemania.[8] No obstante, como se adelantaba a principio optar por una u otra alternativa hace más compleja la comprensión de este fenómeno, y como indica Pereda Beltran, podrán haber reducido algunos problemas como la explotación sexual infantil o la prostitución forzada, pero no lo hace respecto al mejoramiento general de este colectivo social, es decir a su reconocimiento.[9]
Dejar atrás esta dicotomía nos llevaría a entendidos como los propuestos por matthews, en donde se pone muy en duda el hecho de que exista tal cosa como el mito de la prostituta feliz, y que la realidad está muy lejos de concebir personas dentro de este colectivo que, como primera decisión, voluntaria y libremente, hayan decidido ser prostitutas, como cuando en la niñez se sueña con ser médico o artista. A través de su artículo este autor nos presenta las diferentes formas de victimización por las que pasa una persona que pertenece a este grupo de riesgo. Este nos identifica como las que se reconocen más comúnmente: “la violencia, el abuso infantil, el tráfico y los problemas de salud sexual y mental”.[10] Para tomar uno como ejemplo y relacionarlo con temas anteriores, es bastante común que las mujeres que toman parte en la prostitución han sido abusadas sexualmente cuando eran niñas.[11] Esto a parte de demostrar la vulnerabilidad de las víctimas menores de edad, también pone en duda el mito de la prostituta feliz y el libre consentimiento. Esto tampoco parece ser un problema del lugar en donde las prostitutas laboran, pues aunque de manera más reducida en comparación con las prostitutas que ofrecen sus servicios en la calle, las mujeres que lo ofrecen en espacios cerrados también son víctimas de violencia, aún más, aunque sea menor en términos cuantitativos, en términos cualitativos parece ser igual de severo o mayor, como lo demuestra la investigación en Reino Unido, en donde las mujeres que se prostituían en la calle eran más propensas a recibir agresiones, las mujeres que lo hacían en locales decían que estaban más propensas a intentos de violación.[12]
Lo cierto es que muchas de las mujeres que deciden prostituirse no lo hacen porque ese siempre había sido su sueño, o porque después de hacer un análisis detenido y mirar de entre sus muchas opciones de generar ingreso hayan optado por la prostitución. Lo cierto es que muchas de ellas entran en estas prácticas por haber incurrido en deudas, por adicciones a las drogas, y en otras ocasiones por tratar de procurarse una vida mejor en otro país, lejos de privaciones y abusos para encontrarse con esta misma situación en otro país.[13] Al tiempo que podamos darle una voz a este colectivo marginado y lleno de estereotipos, y reconozcamos que son personas como cualquier otra, entenderemos que la solución no está en posturas dicotómicas, sino en cambios en las percepciones que tenemos sobre las mujeres y las percepciones que se tiene sobre los hombres.
[1] Pereda Beltra & Tamarit Sumalla, Victimología teórica y aplicada 237 (2013).
[2] Bajo esta perspectiva hay países que toman la vía abolicionista que busca la erradicación a través de programas para salir de la prostitución y la penalización de aquellos que requieren los servicios de estos colectivos. Por su parte hay otros países que si bien buscan la erradicación lo hacen a través de sancionar a las propias personas que ejercen la prostitución, esta es la mirada prohibicionista. Id. en las págs. 238-39.
[3] Id. en la pág. 239.
[4] Id. en la pág. 237.
[5] Roger Matthews, Female prostitution and victimization: A realist analysis, 21(1) International Review of Victimology 85, 97 (2015).
[6] Kate Holmquist, The myth of the happy hooker, (13 de abril de 2013), The Irish Times, https://www.irishtimes.com/life-and-style/people/the-myth-of-the-happy-hooker-1.1358702.
[7] Orlando Crowcroft, Prostitution, pimps and banishing the myth of the ‘Happy Hooker’, (30 de noviembre de 2017), newsweekk, https://www.newsweek.com/banishing-myth-happy-hooker-new-book-brands-prostitution-human-rights-726016.
[8] Pereda Beltra & Tamarit Sumalla, supra nota 1, en la pág. 239.
[9] Id. en las págs. 239-240.
[10] Matthews, supra nota 5, en la pág. 86.
[11] Id. en la pág. 87.
[12] Id. en la pág. 89 (citando a S. Henderson Church, Et al., Violence by clients towards female prostitutes in different work settings, 332 Bristish Medical Journal 524-525).
[13] Id. en las págs. 94-95.
